Fraude alimentario
Pasos para prevenir el fraude alimentario en el fabricante.
Cuando era un niño, recuerdo haber comido pistachos teñidos que me pusieron los dedos rosados. Si bien el color me pareció divertido en ese momento, resultó que el productor en Irán había utilizado colorante rojo para alimentos para cubrir manchas moteadas que se producían durante la cosecha y el secado. También recuerdo noticias de tipos de pescado barato sustituidos o mal etiquetados para aparentar un producto más caro, lo que induce a equivocarse a los consumidores y a pagar más por un producto de menor calidad. Cada uno de estos casos se consideró como fraude alimentario y, lamentablemente, el problema no ha desaparecido aun.
De hecho, con el aumento de las herramientas de supervisión y detección, el fraude alimentario parece estar ocurriendo más que nunca y es probable que sea más frecuente en la cadena de suministro de lo que se sabe. Como podemos ver en los ejemplos anteriores, tampoco es un problema nuevo; la práctica de adulterar los alimentos por motivos económicos se ha venido aplicando durante años.
El fraude alimentario, que se estima que le cuesta a la industria entre 30.000 y 40.000 millones de dólares al año, puede llevarse a cabo a través de varios medios. Los más comunes son la adulteración por sustitución, omisión, dilución, falsificación, engaño en el método de producción o su origen, etiquetado incorrecto intencional o enmascaramiento de un defecto o contaminación.
Además de la industria, las marcas y los productos que pueden verse afectados por ingredientes fraudulentos, los consumidores finales también se ven perjudicados por el fraude alimentario. Un ejemplo que resultó en un problema grave de inocuidad alimentaria es el gluten de trigo importado de China a EEUU en el año 2007, contaminado con melamina para inflar los contenidos de proteína, cuando se usó como ingrediente en alimentos para mascotas, causó que enferman y mueran cientos de gatos y perros por insuficiencia renal asociada a la ingesta de este contaminantes.
Otro caso de fraude alimentario que puede haber causado enfermedades
ocurrió en 2015, cuando se especuló que los proveedores agregaban cáscaras de
maní molidas y cáscaras de almendras más baratas al comino molido, una especia
de primera calidad. Con la intención de "aumentar el volumen" del
producto y hacerlo más pesado para aumentar los márgenes del proveedor, la
preocupación obvia era la ingestión por parte de consumidores con alergias al
maní o las almendras.
El fraude alimentario durante una pandemia
Es probable que la actual pandemia de COVID-19 haya incentivado aún más
a los delincuentes a cometer fraudes alimentarios. En algunos países, las
medidas para quedarse en casa y la misma enfermedad han aumentado el número de
empleados ausentes de sus puestos de trabajo. Un ejemplo fue el número de casos
de positivos al virus en las plantas empacadoras de carne en los EEUU, lo que llevó
a una reducción en el número de operadores activos en dichas plantas, con la
consecuencia de una disminución en la producción. En algunos casos, esta
disminución provocó la escasez de materias primas y productos listos para el
consumidor, creando un efecto dominó en los siguientes eslabones de la cadena
de suministro de alimentos. Esta escasez y otras en todo el mundo a veces son
reemplazadas por ingredientes y productos fraudulentos que no cumplen con las
expectativas de los clientes y consumidores.
La dependencia de materiales importados de países con trabajadores dedicados a la fabricación de alimentos que fueron afectados por la pandemia también ha puesto en riesgo la continuidad de la cadena de suministro. El comercio internacional se ha visto obstaculizado por la falta de una logística adecuada, con fronteras cerradas y una disminución en la disponibilidad de transporte que impide que los materiales lleguen a tiempo. Cada uno de estos ha creado una oportunidad para actividades fraudulentas.
Además, debido a que la economía en la mayoría de los países se ha visto afectada y los consumidores han perdido parte de su poder adquisitivo, la gente busca comprar productos al menor costo posible. Como resultado, pueden estar más interesados en el precio de un producto que en la marca a la que están acostumbrados o en su calidad, aumentando así la vulnerabilidad en los productos que están comprando.
En cada uno de estos escenarios, los defraudadores pueden verse
tentados a obtener ganancias económicas mediante la adulteración intencional de
los alimentos. Pueden optar por enviar a sus clientes materiales de menor
calidad, o pueden reemplazar, diluir o modificar, sin declaración, ciertos
ingredientes o productos, solo para cumplir con el pedido de su cliente.
También podrían estar aprovechando el hecho de que los clientes tienen menos
personal para supervisar la recepción y supervisión de esos materiales debido a
la pandemia.
Evaluar, aplicar y revisar
Entonces, ¿qué se puede hacer para minimizar el fraude alimentario? En primer lugar, la Ley de Modernización de la Inocuidad Alimentaria de la FDA y los Requisitos de Evaluación Comparativa de la Iniciativa Global de Inocuidad Alimentaria (GFSI) requieren que las instalaciones de fabricación de alimentos desarrollen y documenten un plan de mitigación y evaluación de la vulnerabilidad al fraude alimentario.
Generalmente, una evaluación de riesgo o vulnerabilidad comienza por comprender qué ingredientes se utilizan en una instalación para fabricar sus productos. El Instituto de Protección y Defensa de Alimentos de los EEEUU define los 10 alimentos más fraudulentos a los siguientes: bebidas alcohólicas, aceites y grasas, carne y productos cárnicos, miel, especias, granos y productos de granos, café y té, pescado y mariscos, lácteos y productos agrícolas. Por separado, la base de datos de fraudes alimentarios de Decernis define como los 10 alimentos más fraudulentos al: aceite de oliva, leche, miel, azafrán, jugo de naranja, café, jugo de manzana, vino de uva, jarabe de arce y extracto de vainilla.
Se sabe históricamente que muchos de estos ingredientes tienen un mayor riesgo de fraude, lo que significa que existe un mayor riesgo de fraude en su cadena de suministro si está recibiendo o usando estos ingredientes. Como ejemplo, se ha estudiado la brecha entre la producción y el consumo tanto de aceite de oliva (específicamente aceite de oliva virgen extra) como de miel. Si bien la industria mundial solo produce actualmente una cierta cantidad de estos ingredientes, el mundo consume más de lo que se produce. Por lo tanto, se diluyen, sustituyen, ocultan o etiquetan incorrectamente de manera fraudulenta.
Al realizar una evaluación de vulnerabilidad para determinar el riesgo de fraude en su cadena de suministro, considere el riesgo histórico como un factor dentro de la evaluación. Ejemplos adicionales de factores de riesgo podrían incluir su historial o relación con un proveedor y la complicación de la cadena de suministro, como cuántos puntos a lo largo de la cadena de suministro atraviesa el ingrediente hasta que llega a sus instalaciones. Los factores económicos también pueden hacer que la actividad fraudulenta sea más atractiva y podrían incluir una pandemia o factores ecológicos como sequía, pestes y la naturaleza del ingrediente, como un ingrediente en polvo o líquido frente a un artículo sólido como una manzana.
Una vez que se eligen estos factores, debe desarrollar un sistema de clasificación de riesgos. Estas calificaciones pueden ser Baja, Media y Alta o Menor, Mayor y Crítica; Se debe identificar lo que esto significaría para cada factor de riesgo. A continuación, realice una evaluación utilizando los factores de riesgo y el sistema de clasificación de riesgo establecidos, mientras documenta sus resultados.
Además de los ingredientes de alto riesgo, observe los ingredientes más
caros. A menudo, los productos que tienen un mercado asegurado, como los
orgánicos, sin gluten y sin OGM, son los más susceptibles al fraude. Otros
pueden ser fáciles de adulterar y / o difíciles de probar, por lo que los
fabricantes y proveedores deben mantenerse al día con las amenazas históricas y
en desarrollo. Los recursos para hacerlo se ofrecen a través de diversas
asociaciones comerciales, fuentes gubernamentales y centros privados. Algunos
también ofrecen acceso a bases de datos de fraude alimentario y plantillas de
evaluación gratuitas.
Una vez que identifica el riesgo de actividad potencialmente fraudulenta para un ingrediente durante su evaluación de vulnerabilidad y según los requisitos de GFSI, debe desarrollar e implementar estrategias de mitigación para minimizarlo o prevenirlo de manera significativa. Si identifica adulteración por motivos económicos (fraude alimentario con un problema de inocuidad alimentaria), deberá desarrollar o implementar controles preventivos. Algunas estrategias comunes incluyen auditorías de proveedores, muestreo y pruebas, pruebas de productos finales y programas de homologación de proveedores.
Una vez que haya completado su evaluación y desarrollado estrategias de mitigación para abordar los riesgos identificados, todavía queda trabajo por hacer. Deberá revisar su programa con regularidad, entendiendo que los estafadores siempre buscarán oportunidades. Por ejemplo, las auditorías de GFSI como BRC y SQF requieren que se lleve a cabo una evaluación de vulnerabilidad al fraude alimentario anualmente para considerar la susceptibilidad de las materias primas.
Además, es importante que tanto los proveedores como los clientes mantengan una relación cercana mientras continúan supervisando los procesos de aprobación y evaluación de los proveedores. Un programa de proveedores aprobado a profundidad es esencial. Los procesadores deben continuar realizando análisis que, con base en su evaluación de riesgo, cada uno ha determinado es necesario para corroborar la legitimidad y origen de los materiales recibidos. Debe continuar desarrollando metodologías analíticas rápidas y accesibles que identifiquen de manera oportuna si un alimento es fraudulento.
También deberá revisar y evaluar continuamente para determinar si hay
nueva información que pueda identificar un mayor riesgo de fraude. Este proceso
se llama exploración del horizonte. Un ejemplo de riesgo creciente de fraude
podría ser la situación que todos hemos experimentado con la pandemia. Mientras
explora el horizonte, ¿ha habido interrupciones específicas en su cadena de
suministro y está preparado para la próxima interrupción potencial?
La necesidad de una debida diligencia
Desafortunadamente, siempre habrá personas sin escrúpulos que engañarán a los consumidores para obtener ganancias deshonestas. Estas acciones impactan severamente a aquellas empresas que no pueden competir contra precios bajos y productos de mala calidad de manera fraudulenta, y que no están dispuestas a poner en peligro a los consumidores. Además, parece que los responsables de cometer fraude suelen estar un paso por delante del resto de nosotros. Una vez que se detecta un posible caso de adulteración, los delincuentes ya están trabajando para volver a pasar desapercibidos. Mientras haya demanda de un producto, seguirá existiendo una amenaza de actividad fraudulenta relacionada con ese producto.
Sin embargo, hoy en día se dispone de más información sobre los métodos de producción utilizados, las regiones de donde proceden los productos y los métodos que permiten identificar la adulteración. También hay una gran cantidad de información disponible para ayudar en la planificación y ejecución de estrategias de mitigación.
Si bien es posible que el fraude alimentario no siempre sea tan fácil
de detectar como el colorante alimentario rojo en los dedos, los pasos para
mitigar el fraude alimentario definitivamente están al alcance de su mano.
Traducido y adaptado de: Watterson, B. and Hernandez, A. D. (August,
2020). Steps to Prevent
Food Fraud for Manufacturers. Food Quality and Safety Magazine. USA.
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